Fin de la emergencia por COVID-19: ¿cómo reparar los daños en materia socioemocional de nuestros estudiantes?

Categoría: Opinión

La reciente decisión de la Organización Mundial de la Salud (OMS), de poner fin a la emergencia por COVID-19 después de tres años, representa un hito importante en la lucha contra la pandemia; sin embargo, es importante reconocer que la crisis sanitaria ha tenido efectos significativos en el ámbito del bienestar emocional de los estudiantes a nivel mundial. Esto nos lleva a cuestionarnos como sociedad, respecto de las políticas que se están implementando en esta materia en nuestro país con los estudiantes de educación básica, media y superior, para poder replicar las experiencias que han resultado exitosas en contextos internacionales.

Durante los últimos años, los estudiantes de todo el mundo han enfrentado múltiples desafíos debido a las medidas de distanciamiento social y la transición al aprendizaje remoto. Aunque estas medidas han sido necesarias para proteger la salud pública, también han tenido un impacto en la salud mental y emocional de los estudiantes.

 Estudios llevados a cabo en nuestro país por el Centro Justicia Educacional evidencian que la pérdida de una rutina establecida y la reducción del contacto social durante la pandemia han aumentado los riesgos de problemas de salud mental y malestar psicológico en niños y adolescentes, como aburrimiento, frustración y soledad, además de los efectos negativos de la falta de actividad y del uso excesivo de pantallas.

De manera similar, estudios realizados en Europa dan cuenta del daño socioafectivo que han sufrido niños y niñas en etapa escolar. Según el último avance de las investigaciones del Ministerio de Educación y Formación Profesional de España (enero de este año), el confinamiento ha afectado la salud mental de las personas, especialmente en los menores, con efectos a largo plazo como estrés postraumático, confusión, ira y ansiedad. Asimismo, los estudiantes de bajos recursos que padecen malas condiciones habitacionales, fueron más propensos durante este período a sufrir trastornos y alteraciones en su salud mental como depresión, aislamiento y ansiedad.

Es por esto por lo que en el país europeo se implementó el programa “PROA”, que busca fomentar el éxito escolar y el desarrollo psicosocial de los estudiantes en riesgo de exclusión. En otros países del continente, como Francia y Australia, se han puesto en marcha programas de tutorías gratuitas para estudiantes de educación primaria y secundaria, que incluyen sesiones de trabajo individual y grupal.

En el contexto latinoamericano, varios países de la región también han implementado estrategias para remediar el daño socioemocional en los estudiantes producto de la pandemia. Por ejemplo, en México se creó el programa «Aprende en Casa», que busca asegurar la continuidad educativa de los estudiantes y fomentar el desarrollo socioafectivo. Asimismo, en varios países se han instaurado iniciativas destinadas a brindar acompañamiento y apoyo psicológico a estudiantes y sus familias, con la finalidad de no solo mejorar las relaciones afectivas en el seno familiar, sino también de potenciar las habilidades necesarias para afrontar los desafíos y obtener un desempeño académico óptimo.

Para reparar el daño causado en el ámbito del bienestar emocional y académico de los niños y adolescentes de nuestro país, es importante que se invierta en recursos y estrategias que permitan a los estudiantes recuperar el tiempo perdido. En este sentido, el “Plan Nacional de Tutorías” impulsado a mediados de abril del presente año por el MINEDUC tiene como objetivo principal acompañar a estudiantes con necesidades educativas en establecimientos estatales, enfocándose en los que están en riesgo de exclusión o necesitan apoyo en asignaturas específicas.

Otro proyecto que se ha puesto en marcha es el “Programa de Tutorías de Instituciones de Educación Superior”; el que busca generar alianzas con universidades, centros de formación técnica e institutos profesionales para que estudiantes de pedagogía y disciplinas afines, realicen tutorías en comunidades educativas. Así, los tutores apoyan a estudiantes en base al diagnóstico realizado por los propios profesores de cada institución, las que a su vez registran a los y las estudiantes voluntarios para el programa (https://www.ayudamineduc.cl/ficha/plan-nacional-de-tutorias).

A pesar de que el programa de tutorías busca ayudar a subsanar las brechas en el aprendizaje, es fundamental abordar otras dimensiones afectadas por la pandemia. Estas dimensiones incluyen el bienestar emocional y mental de los estudiantes, su capacidad para socializar y relacionarse con sus pares y la comunidad educativa, junto con su motivación y compromiso con el aprendizaje del que ellos mismos son protagonistas. Por lo tanto, es necesario un enfoque holístico y colaborativo que involucre a los educadores, las familias y otros actores de las comunidades educativas para abordar estas áreas críticas y apoyar a los estudiantes en su recuperación y desarrollo integral.

En este contexto, parece imperante pensar en la implementación de un programa de bienestar estudiantil que incluya servicios de apoyo emocional y mental, como terapia y consejería, para ayudar a los y las estudiantes a lidiar con el estrés y la ansiedad sostenida en el tiempo como consecuencia de tres años de incertidumbre. También, podría resultar beneficioso ofrecer actividades extracurriculares que promuevan la socialización y la interacción positiva entre el estudiantado, como clubes de debate, deportes y actividades culturales.

En última instancia, la reparación del daño causado en el ámbito socioafectivo de los estudiantes requerirá una inversión significativa de recursos y esfuerzos, tanto gubernamentales como de cada institución educativa. Sin embargo, es esencial implementar prontamente medidas que permitan abordar la problemática derivada de los efectos negativos de la pandemia en el desarrollo de los estudiantes, garantizando su acceso a los recursos y apoyos necesarios para su recuperación y progreso futuro.

Claudia Rodríguez Escobar

Académica Departamento de Lenguas Extranjeras

Universidad Bernardo O’Higgins

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