La ilusión de la individualidad

Categoría: Opinión

Ocho mil millones de humanos habitamos la Tierra. El éxito evolutivo de la especie humana es indudable. Ello se explica, primero, a su increíble capacidad de adaptación, que le permitió habitar todas las geografías del planeta y, luego, a su innegable voluntad de cooperación y solidaridad: soy posible porque somos.

Los humanos y sus sociedades son el resultado de acciones sistemáticas de cooperación, solidaridad y reciprocidad. En todas las sociedades del mundo las personas trabajan juntas hacia objetivos comunes, agrupando recursos y compartiendo conocimientos. En todas las sociedades del mundo las personas cooperan y solidarizan en beneficio mutuo, colocando algo de sí con la expectativa de alcanzar beneficios comunes y equivalentes.

Esto nos ha permitido vivir en ciudades, desarrollar la agricultura o el comercio, diseñar sistemas políticos, o comprometernos en esfuerzos colectivos para satisfacer necesidades y superar desafíos. La cooperación ha gestado sociedades complejas, y facilitado los avances tecnológicos y el intercambio de ideas, lo que ha contribuido de manera sustantiva al crecimiento y al bienestar de la población.

En la cooperación y la solidaridad, las prácticas de reciprocidad adquirirán un rol fundamental. La reciprocidad, entendida como intercambios sucesivos donde los individuos corresponden acciones o favores, ha desempañado un papel crucial en el conformación y mantenimiento de los lazos sociales, y en la promoción de la confianza entre las personas.

La reciprocidad permitirá compartir los recursos, la división del trabajo y la consolidación de la trama social. La reciprocidad facilitará el intercambio de conocimientos e innovaciones, lo que dará lugar a avances en diversos campos, como la medicina y la tecnología. Estos avances, mejorarán las condiciones de vida y contribuirán al crecimiento de la población al reducir las tasas de mortalidad y aumentar la esperanza de vida.

En febrero de 2021 la OMS solicitaba a las farmacéuticas compartir las licencias de sus vacunas, ejemplo de un llamado que apelaba al actuar cooperativo de la especie humana. Algunas recogieron el guante, otras lo ignoraron.

En un mundo así los sinvergüenzas tendrían mucho que ganar, ya que disfrutarían del mismo beneficio sin pagar sus costos. Sin embargo, siglos de evolución humana dijeron otra cosa. Tanto nuestros genes como nuestras prácticas culturales, han dotado a las personas de medios para superar ese obstáculo: el reproche social que, en muchas ocasiones, es también reproche jurídico, es prueba de ello. Esta co-evolución genético-cultural preparó el terreno para que la cooperación y la solidaridad fuera una decisión y no una opción casual.

En otros términos, sociedades con mayores grados de confianza y cohesión social, son aquellas en las que las acciones de colaboración, solidaridad y reciprocidad equilibrada están en el centro de sus desarrollos y, por tanto, pueden responder de manera más eficiente a sus necesidades y desafíos.

Podríamos interpretar los sucesos de octubre de 2019 en Chile como la consecuencia de una sociedad que, tras años de exaltación del individualismo, desdeñó la importancia de la reciprocidad, y en la que importantes grupos de la sociedad dieron más (trabajo, esfuerzo, compromiso, etc.) de lo que recibieron a cambio (salario, salud, educación, pensiones, etc.). La reciprocidad equilibrada es fundamental para la cohesión de la sociedad, ya que sus integrantes deben sentir que están contribuyendo y beneficiándose de manera justa y equitativa.

Así, por ejemplo, la demanda por mejores pensiones y, en general, por un sistema robusto de seguridad social, no es sino la apelación a la solidaridad colectiva y a la reciprocidad intergeneracional. Ello, además, resulta esencial para garantizar la sostenibilidad y la equidad en la distribución de los recursos a lo largo del tiempo.

En un mundo interconectado que enfrenta desafíos de bienestar colectivo, consolidación de los derechos humanos, cambio climático, pandemias globales, pobreza, violencia, racismo y xenofobia, políticas de exclusión y de odio, resolución de conflictos y el establecimiento de la paz, la individualidad como paradigma de cambio y desarrollo se torna incapaz de responder a tamaños desafíos.

Es, por tanto, imperiosa la comprensión de las condiciones que fomenten la cooperación, la solidaridad y la reciprocidad humana a escala planetaria.

Eduardo Leiva Pinto

Director Magíster en Género e Intervención Social

Universidad Bernardo O’Higgins

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